Oración en que el alma magnifica al Señor y le ofrece sus obras pidiéndole su auxílio divino.
Tomado del Libro: Leyes de la esposa.
Escrito por Santa María de Jesús de Agreda.
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Cuerpo Incorrupto de Santa María de Jesús de Agreda. |
Causa de todas las causas, Dios inmortal de las alturas, Rey de los reyes y Señor de los señores, el
que solo ha de ser justificado por su mismo ser y naturaleza y permanecerá para siempre como rey invicto, criador de toda criatura, merecedor de toda reverencia, alabanza y gloria eterna; yo, polvo y ceniza, puesta ante Vuestra Real Majestad, os ofrezco sacrificio de magnificencia y todas las obras que hiciere este día y las que obrare en este destierro de mi patria mientras la vida me durare, con intención recta y protestando que deseo sean según vuestra voluntad y mayor agrado, y justificadas en vuestro tribunal, y tales que no las reprobéis. Y, si por castigo de mis delitos y de mis pocos merecimientos, o por mi fragilidad y malas inclinaciones y hábitos viciosos, o por la malicia de la conversación humana, o desorden de mis pasiones, o a instancia de los tres enemigos, demonio, mundo y carne, se adulterare esta mi intención manchándose mis obras; o si a mi pensamiento ocurriere cualquiera persuasión torcida, o se me ofreciere algún respeto humano para desfrutar y desvanecer mis obras, digo, Señor y Dios mío, que lo anatematizo, detesto y arrojo con fuerza de vuestro brazo poderoso, el cual me ha de confortar para salir victoriosa de mis enemigos; y a Vos, altísimo rey mío, ofrezco y dedico mis obras, palabras y pensamientos y todo lo que hiciere, enderezándolo a Vos solo, Dueño mío, y a que se cumpla lo que más gustáis y queráis de mí. Mi intención es, en todas mis acciones grandes y pequeñas, en todas las horas del día e instantes que respirare, por todas las criaturas racionales e irracionales y por mí misma daros incesantemente magnificencia, superioridad, honor, reverencia, bendición, alabanza, grandeza, gusto, agrado, beneplácito y confesión de un solo Dios, fuerte, inmortal, poderoso, santo, justo, sabio y enmendador de los más sabios, a quien quisiera no haber ofendido, por quien haber hecho todas las obras buenas y perfectas que se han obrado; daros, altísimo Señor mío, si fuera posible, el amor, alabanza y beneplácito que, con voluntad recíproca, os dais, Trinidad sempiterna, a quien adoro y doy, con deseo de darlas yo, las alabanzas que dio la segunda Persona humanada, que es el Hijo, y las que dio la Madre de piedad y Virgen pura; obrar la perfección y virtudes grandiosas de los apóstoles, la confesión y martirio de los mártires, la pureza de alma de los cándidos confesores, la castidad de las vírgenes, las penitencias de los santos ermitaños, la constancia y encendida caridad de la angélica naturaleza y todo el padecer de la humana; quisiera, por vuestro amor, que, a costa de muchos trabajos míos, se salvasen todas las almas, redimir los cautivos, consolar los tristes, padecer por los atribulados y, porque todos, Dueño mío, os conociesen, alabasen y sirviesen quisiera morir; pues sois el objeto más noble y superior que puede haber para las voluntades de todos los nacidos.
Y porque toda dádiva y perfecto don ha de venir de Vos, Padre de las lumbres543, os suplico tengáis por bien de regir, gobernar, santificar, alumbrar mi alma, mi corazón, potencias y sentidos, mis acciones en vuestra ley y en las obras de vuestros mandamientos544, para que por vuestra bondad y misericordia grande me tengáis fuerte para que no caiga en ningún pecado y alcance la gracia final. Y por conseguir esta dicha, ofrezco los infinitos merecimientos de mi Redentor, las obras perfectísimas de su Madre Santísima, las de los Angeles y Santos, y todas mis pobres obras, cuanto mereciere, trabajare y obrare por alcanzar mi salvación. Y si, después de haber conseguido vuestra amistad, queréis, Amado mío, para disponer de ello, mis obras y merecimientos, aunque tan limitados, disponed de ellos, que vuestra soy. Y porque aplicar las obras y ponerles altos fines es loable, yo pongo todos los que tuvo en lo que obró, mi Redentor y Señor, la Reina del cielo y todos los Santos. En cuanto a la impetración de mis obras, todo lo que Vuestra Alteza quiere y desea que se haga en todo lo criado, eso pido; y que seais, Señor, de todas las criaturas, sin quedar una, conocido, servido y amado; por la exaltación de vuestro nombre; y que en todo halléis complacencia y beneplácito; porque la redención, pues fue suficiente, sea eficaz por todos y para todos; porque la Virgen María, mi Señora, sea conocida en todas las naciones y amada de todas las criaturas, y su limpia concepción definida por fe545; porque yo la sirva y ame, y acierte acabar de escribir su vida; por la exaltación de la Iglesia y fe santa, por la paz y concordia entre los príncipes cristianos y extirpación de las herejías; porque todos se salven y por todos mis encomendados, particularmente los padres espiritules; por el descanso eterno de los naturales y salvación de los hermanos y deudos, y por la religión, observancia, perseverancia hasta el fin de este convento; porque se salven las religiosas que son y serán en él. La satisfacción, Señor, bien deseo dárosla, por hacerme objeto más agradable a vuestros ojos y, si alguna cosa me sobrare de la multitud de mis culpas, sea por el descanso de mis padres eterno; y, si ellos no lo han menester, por los difuntos que tuviere más obligación; a que lo fuere aplicando, que sea más de vuestro agrado; y por las almas del purgatorio que estén más cerca de salir, para que por mí os alaben. En el merecimiento no dispongo, porque todo lo que es mío es vuestro y, si es posible tener gloria como el que menos porque alguno más se salve, hacedlo, Señor mío.
543 Jacob. I 17.
544 Ofic.. div. ad Prim.
545 Escribía esto la M. Agreda en 1641.